El conflicto entre consumidores, que suele verse al hablar de otras sustancias además del cannabis o cuando se discute sobre leyes relacionadas a psicotrópicos, suele surgir de la diferencia de paradigmas con la que afrontamos la problemática.
El viejo paradigma pone en el lugar central a la sustancia por lo que:
- Se habla de adicto a algo y no de persona/usuario con conflictos que abusa de una sustancia.
- El consumidor es inexorablemente un adicto y por ende un enfermo.
- La legalización/normalización no es viable.
- El estado se mete con las decisiones personales del consumidor (porque este es un adicto que necesita ser cuidado).
El nuevo pone su enfásis en la persona.
- Se considera a la sustancia como una de las cosas con las cuales se puede o no hacer daño el usuario.
- El usuario, como cualquier otro ciudadano y ser humano, tiene que ser respetado, tanto en sus elecciones, como en su privacidad y libertad.
- El estado sólo puede intervenir cuando dañe a otros. De la piel para adentro, y agrego, en nuestra privacidad, hacemos lo que queremos.
Por otra parte nos fuimos más convencidos que nunca de que el enfoque legal, o sea, el de modificar la ley, es indispensable para fomentar todas las propuestas medicinales y culturales que ya existen y que se desarrollan con tanto esfuerzo en otras agrupaciones.
Como objetivo a corto plazo nos quedó la impresión de que es indispensable apoyar, con las aclaraciones que haya que hacer, el proyecto de ley 7258, por lo menos hasta que gestemos el nuestro. Se llegó a un mediano consenso de que es, de los proyectos actuales, el único que contempla una buena parte de nuestras necesidades y el único que propone un cambio de raíz (quitando la tenencia simple por ej.).
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